LAS CATACUMBAS
Una breve introducción.
Los cristianos de los primeros siglos, en su relación con el mundo, mostraron la novedad cristiana con su manera de vivir, de trabajar, de relacionarse,…, y también con su actitud ante la muerte mediante la que profesaban su fe en la resurrección de los muertos en formas variadas y riquísimas.
Los primeros cristianos se enterraron en las llamadas “necrópolis”, término que significa “ciudad de los muertos”, situadas generalmente fuera de las murallas de la ciudad.
No fueron lugares donde ocultarse durante las persecuciones, pues era imposible que pasase desapercibida la excavación de kilómetros de galerías subterráneas a distintos niveles con las necesarias torres de ventilación hacia el exterior.
Los cristianos recurrieron al uso de las catacumbas como lugares de enterramiento subterráneos, cementerios subterráneos, donde los cristianos, ricos y pobres, compartían el sueño de la muerte. Además de facilitar que incluso los más pobres pudiesen tener una inhumación digna a la que de otro modo no habrían tenido acceso por ser costosa, de esa manera se profesaba la fe en la futura resurrección: el cuerpo entregado a la tierra, lejos de ser una realidad maligna entregada al fuego como signo de rechazo, esperaba ser agraciado un día con la gloria de Cristo resucitado.
Así ocurrió, por ejemplo, con los mismos apóstoles Pedro y Pablo en sus enterramientos romanos. Pero poco a poco los creyentes cristianos, que vivían como una comunidad unida y solidaria en la vida, quisieron expresar esa comunión incluso más allá de la muerte. Fueron abandonando el uso del término necrópolis para hablar de cementerio, término que significaba dormitorio, y así confesar que la muerte no es más que un sueño hasta el día de la resurrección. Y aquello cristianos hablaron de “depositio”, un término técnico del derecho romano, mediante el que deseaban expresar que el cuerpo no era abandonado a la muerte, sino depositado en la tierra para ser recuperado el día de la resurrección final.
Además encontraron el modo de “dormir” juntos hasta ese día. Mediante iniciativas de pudientes cristianos particulares que vieron en ello un modo de ejercer la caridad o de la propia institución eclesial, los cristianos construyeron catacumbas, un modo de enterramiento no inventado por ellos.
Los enormes kilómetros de galerías subterráneas se llenaron de símbolos como el pez, el ancla, la nave salvadora que hablaban de Cristo, el buen pastor, que conduce a fuentes tranquilas y a pastos llenos de vida. Los inmensos pasillos de las catacumbas se llenaron de testimonios de fe en Dios y en Jesucristo: (“Creyó en Cristo, vive en Dios”; “¡Que vivas en mi Dios y en Jesucristo!”; “¡Que vivas entre los santos!”) y de súplicas por los difuntos (“Señor, acuérdate de nuestro hijo”).