Cirio Santo Tomás | CIP005

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Cirio Santo Tomás | CIP005

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Cirio Pascual pintado a mano con una cruz sobre un fondo verde y el pasaje Evangélico del encuentro de Santo Tomás con el Resucitado.

Disponible en varios tamaños:

  • 7 Ø cm por 70 cm de altura.
  • 8 Ø cm por 80 cm de altura.
  • 9 Ø cm por 90 cm de altura.

Para otras medidas contactar.

Pintado a mano, por lo que cada pieza es única.

Los pedidos de cirios pascuales estarán disponibles a partir del próximo año 2025.




Cirio Pascual pintado a mano con una cruz sobre un fondo verde y el pasaje Evangélico del encuentro de Santo Tomás con el Resucitado.


Señor mío y Dios mío.

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: “La paz con vosotros”.

Luego dice a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”.

Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”.

Le dice Jesús: “Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 29, 26-29).

Tomás, al tocar el Cuerpo de Cristo resucitado, al tocar las señales de un crucificado que había resucitado, exclamó: ¡mi Señor y mi Dios! ¡Señor mío y Dios mío! En un instante tocó la Humanidad de Cristo y se le desveló su divinidad.

En la primera Pascua cristiana, ante los discípulos se presenta la carne, la humanidad, del Hijo de Dios, la nacida de María, la ungida de Espíritu en el Jordán, la crucificada a las afueras de Jerusalén, la sepultada en un huerto cercano, pero aparecía transfigurada por el Espíritu, salvada, es decir, acabada, llevada a plenitud. El Cuerpo humilde de Jesús había sido glorificado. Ante los ojos de los discípulos, se manifestaba realizado en un hombre concreto el designio originario sobre el hombre y la creación. Desde la gloria de la humanidad de Cristo, es decir, desde la plenitud de una criatura glorificada, desde el más acabado de los abrazos salvadores de Dios a su criatura, se puede releer la historia de la creación. Jesús Resucitado ilumina el inicio de la existencia, los orígenes de la creación, porque en Él emerge realizado en plenitud el deseo de Dios de hacer al hombre a su imagen y semejanza.

Cuando en el inicio de la creación Dios manifestaba su deseo de crear al hombre a su imagen y semejanza, estaba pensando ya en su Hijo encarnado revestido de gloria. Dios solo pensó en el hombre en el horizonte del Verbo encarnado y glorificado.

Pero aquella carne resucitada llevaba en sí las huellas de toda su anterior historia de obediencia. Aquella carne gloriosa no era el resultado de un proceso natural del ser humano, aquella teofanía gloriosa era fruto de la acción del Espíritu sobre una carne obediente y dócil a las Manos de Dios.